¿Qué cuántos años tengo?


¿Qué cuántos años tengo?


Frecuentemente me preguntan que cuántos años tengo...

¡Qué importa éso!

Tengo la edad que quiero y siento. La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso. Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso, o lo desconocido. Tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la convicción de mis deseos. ¡Qué importa cuántos años tengo! No quiero pensar en ello.Unos dicen que ya soy viejo y otros que estoy en el apogeo.Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte. Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos, rectificar caminos y atesorar éxitos. Ahora no tienen porqué decir: Eres muy joven... no lo lograrás. Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma, pero con el interés de seguir creciendo. Tengo los años en que los sueños se empiezan a acariciar con los dedos, y las ilusiones se convierten en esperanza. Tengo los años en que el amor, a veces es una loca llamarada, ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada.Y otras un remanso de paz, como el atardecer en la playa.¿Qué cuántos años tengo? No necesito con un número marcar, pues mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos, las lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones rotas... Valen mucho más que eso. ¡Qué importa si cumplo veinte, cuarenta, o sesenta!Lo que importa es la edad que siento. Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos.¿Qué cuantos años tengo? ¡Eso a quién le importa!Tengo los años necesarios para perder el miedo y hacer lo que quiero y siento.

José Saramago

sábado, 30 de junio de 2012

Sinopsis de "Entre Bahías"

La joven Lorena se traslada a San Francisco para trabajarcomo profesora. Allí se cumplirá el temor de su madre “¿y si te enamoras?”. Vivirá una gran historia de amor que estará a punto de costarle la vida y que la conducirá de vuelta a España.
Lorena nos hará partícipes de un hermoso episodio dónde todas las piezas del puzzle encajan perfectamente.
Su estancia en EE.UU. cambiará su existencia por completo, revivirá su pasado, sembrará su presente y su futuro...
Mientras, el Malboro americano que le ha robado el corazón, intentará por todos los medios recuperarla, si no es muy tarde para ello...


Sinopsis de Suspiros de España..



  


 La novela arranca con la madre de la protagonista, Antonia, que nos revela las circunstancias que han llevado al nacimiento de su hija, Ana. Originaria de un pequeño pueblo cerca de Cartagena, Antonia, a los 21 años, se muda a la ciudad, donde se enamora de Esteban, un hombre casado, y queda embarazada de él. Pero él la abandona y Antonia es obligada a refugiarse en un convento, acogida por la hermana Francisca, donde da a luz. Antonia nos cuenta su propia muerte cuando Ana tiene tres años y a lo largo de toda la novela, bajo forma de fantasma, acompaña a su hija convirtiéndose en uno de los personajes principales de la historia.
   “Suspiros de España” es una novela romántica en la que los acontecimientos ruedan alrededor de las relaciones sentimentales, sean éstas de amistad, odio o de amor entre los personajes. Lola Gutiérrez cruza la análoga experiencia de madre e hija, las dos involucradas en unos embarazos inesperados con hombres que parecen no amarlas. Pero mientras la historia de Antonia no tiene el final esperado, porque ella nunca podrá formar una familia con su amado, el buen éxito de la historia de Ana y su felicidad consigue compensar lo que ha sido la infelicidad en vida de su madre.

Viaje a ninguna parte


   Conozco un lugar carente de nombre, pero es tan insignificante para algunos que ni siquiera viene reflejado en el mapa. En ese lugar, sea cual sea la época del año los cerezos siempre están en flor. Os hablo de un valle precioso, enorme, donde todo es explosión de luz y de color. La gente nunca enferma, no envejecen, los niños son siempre niños. En ese lugar, los animales juegan unos con otros sin miedo alguno, un león es capaz de reposar junto a una tierna y pequeña gacela sin que esta sienta temor a sus fauces.
   En este bello lugar no existen normas ni reglas impuestas, nadie es mejor que nadie, aquí todo es perfecto.
 Acabo de llegar al único hotel del valle y tras registrarme, una bonita camarera me acompaña personalmente a mi habitación.
   La chica es joven, sé que solo desempeña su trabajo pero yo soy todo un caballero y me niego a entregarle mi equipaje. Soy de los que sigo pensando que es el hombre el que tiene que mimar a la mujer. Yo, como buen periodista, además de la maleta llevo incorporado mi lápiz en mi oreja derecha, también llevo una libreta en uno de los bolsillos de la chaqueta, por si acaso. En mi profesión nunca se sabe donde te puede asaltar la noticia, a pesar de que estoy aquí precisamente para hacer un reportaje.
   Mi mano palpa el bolsillo en busca de la libreta... Por un momento dudé si la había guardado en la maleta junto a las demás. Parecerá raro pero aún conservo todas las libretas que he usado a lo largo de mi vida, soy de la antigua usanza, me niego a entrar en el mundo de los ordenadores, mi alma, mis ganas, se quedan con la máquina de escribir y jamás renunciaré a ese tipo de teclas.
   - ¿Sería tan amable de concederme unos minutos? - le pregunté a la camarera - necesito averiguar ciertas cosas de este magnífico lugar.
   La chica se mordió el labio en aptitud molesta.
   - Vera - que vaciló -   Mantenga Cosas Por HACER, pero me dice que necesita traer QUÉ facilitárselo Cuanto apuestas iniciales.
   ¡Por Dios! Qué antipática, pensé. Por qué se mostraba tan austera conmigo, otro gallo me cantaría si fuera joven y guapo como ella. La verdad, me quedo con las ganas de colocarla en su sitio, en fin, le salva su juventud y su belleza, también el parecido que le encuentro a Alicia.
   Nadie como ella para describir el cauce del Serengueti en época de lluvia, su infinidad de colores, incluso parecías percibir toda clase de aromas al recrearte en su cuadros. Nadie como ella inmortalizó escenas tan hermosas del Masai Mara, de sus extensas llanuras secas y polvorientas.
   - ¿Qué desea, en qué puedo ayudarlo?

   La pregunta de la camarera me devolvió a la realidad.
   - Quisiera hablar con esos niños que merodean por el jardín - los señalé emocionado - me gustaría saber sus inquietudes, lo que piensan, sí desean vivir en otro lugar que no sea este hermoso valle.

   - Julián - me habló la mujer utilizando mi nombre de pila, en ese momento me di cuenta de que yo no sabía el suyo.
   - Señorita, disculpe ¿Como se llama?

   - África, me llamo África.

   - Vaya - exclamé asombrado y es que verdaderamente lo estaba - ¿Sabe? hace segundos estaba recordando ese continente.

   - Referente a los niños - prosiguió ella.
- ¿Cree que alguno de sus padres pondrá impedimento alguno? - la interrumpí - no soy mala gente, no piense mal de mí, no me considere un bicho raro ni nada por el estilo, por supuesto pueden estar presente cuantas personas mayores lo soliciten.
   La tal África enmudeció, sus ojos observaban a los niños a través de la ventana, muy lentamente su mirada terminó posada sobre mí. Noté cierto brillo de emoción en sus ojos, hasta podía asegurar que estaba a punto de llorar. En ese momento me desarmó, ya no la vi tan hostil conmigo.
   - ¿Alguno de esos niños es suyo? - Llegué a pensar.
   África lo negó con la cabeza, también descubrí en su boca una tenue sonrisa.
   - No, ninguno es mío, de hecho no tengo hijos, aunque me gustará tenerlos algún día.

   Yo le devolví la sonrisa, fue grande, ancha, llana, por un pequeño instante ella llegó a igualarla en amplitud.
   - Algún día será una gran madre - predice.
   - Gracias Julián. Mire, dentro de un hora se servirá la cena en el comedor, después de cenar hablaremos de todo esto ¿Que le parece?

   - Si claro, perdone que le entretenga, por un momento olvidé que hay otros huéspedes alojados en el hotel, mientras tanto, haré tiempo acoplando la ropa en el armario.

   - Nos vemos después - se despidió la chica.

   Nada más salir al pasillo, África se pegó a la pared y rompió a llorar sin consuelo. Siempre era igual con su padre, siempre ocurría lo mismo. Ya no sabía qué hacer, qué decir, le dolía tanto verlo así, la enfermedad avanzaba a pasos rápidos.
   El Alzheimer le robó su identidad, su vida, su profesión, hasta hace dos años, su padre había sido un estupendo médico, dirigía el geriátrico donde se encontraba y que él confundía con un maravilloso hotel. En sus delirios se creía periodista. Los animales, los niños, los árboles en flor que él veía solo eran pinturas.
   No era capaz de recordar que esos dibujos fueron plasmados en los muros del jardín por su madre. Aquello solo eran meros recuerdos de todo los viajes que Alicia y Julián hicieron juntos.

 Lola Gutiérrez


Solamente una vez....

    Recuerdo que me hallaba en un  hermoso estanque lleno de vegetación y de animales. Me desnudé y me metí en el agua, nadé entre patos y cisnes; todo era tan bello, tan tranquilo.
   Cuando salí me tendí sobre el frescor del césped. Eran finales de septiembre y me quedé dormida sobre la hierba que bordeaba el estanque del bosque. El hombre de mis sueños me despertó con suaves caricias, me atrajo hacía sus brazos y me besó, me estremecí, sentí ardorosos deseos, susurré lo mucho que me gustaba; deseando complacerlo me llevé las yemas de sus dedos a mi boca, el extraño recorrió el contorno de mis labios con movimientos lentos, lánguidos, aquel roce tan cariñoso me excitó mucho más, la caricia que recibí a continuación solo hizo que la humedad me invadiera por entera.
   Un poco más tarde, aún jadeantes, con la respiración agitada terminamos abrazados el uno junto al otro.
      -Estoy aquí solo para complacerte- Me dijo, por supuesto yo le sonreí.
      -¿Cómo te llamas?- Pregunté -¿Qué haces aquí?
   Él apartó un mechón de mi cara y me devolvió la sonrisa, ¡Dios mío! que guapo era.
      -Tu sueño se ha hecho realidad- Respondió.
      - ¿Que - Me Incorpore Sorprendida
       -Me llamo Pedro y, sé que tú te llamas Ana
   Yo seguía bajo el influjo de la sorpresa mientras el sonreía,  parecía pasarlo bien, demasiado bien y no era el único.
     -Querías que este sueño nunca acabara- Prosiguió hablando -No querías despertar y así será, a partir de ahora viviremos aquí los dos juntos.
   Mis ojos se abrieron acorde con mi boca, vivir con él, con Pedro, no podía creerlo, resultaba imposible de creer.
      -A ver, espera, no entiendo nada- Repliqué- el guaperas rió antes de  silenciar mi boca.
     -Eres mía- Susurró Pedro como única explicación -Estoy aquí para complacerte, para hacerte feliz-Añadió sobre mis labios
  -Esto es solo un sueño- Insistí -me costaba aceptar la situación
    Una pequeña mueca de fastidio curvó su boca
     -¿No quieres estar conmigo?- Preguntó -
   Yo no sabía si reír o llorar, el tío estaba como un tren y se ofrecía para mí sola, incluso parecía que iba a gimotear de un momento a otro tal y como si fuese un niño.
    -Claro que quiero estar contigo- Me apresuré a responder -Pero sé que esto no es real ¿sabes distinguir entre realidad y ficción?
    -Por supuesto que sí, tú eres real y yo también.
   ¡Madre de Dios, madre de Dios! repitió mi pensamiento, Estoy atrapada en mi propio sueño Pero mira chica, me consolé así misma, peor hubiera sido caer en una pesadilla, al fin y al cabo Pedro era bien parecido y su cuerpo era de muñeco madelmán, por lo menos pasaba del metro ochenta de altura. No le haría ascos al regalo. Más que contenta, encerré su cara entre mis pequeñas manos y empecé a besarlo, aunque bien mirado estaba para comérselo.
   Pedro metió su lengua en mi boca y jugó con la mía, mientras tanto, sus manos subían y bajaban por toda mi espalda con suaves caricias. Estaba tan excitada, tan condenadamente excitada que cuando me tumbó de espaldas mis pezones parecían botones a punto de saltar del ojal.
   El calor que sentía brotaba desde lo más profundo de mis entrañas, todo ese placer me estaba volviendo loca.
      -Mamá, mamá- Me zarandeó entonces mi hijo - Tienes que acercarme al polideportivo.
   Abrí los ojos y quise morirme
    - ¿No te has podido esperar unos minutos?- Reproché a gritos, descorazonada. Hincada de rodillas sobre el sofá comencé a llorar, solo tenía ganas de cortarme las venas, yo achiqué los ojos y lo miré con cara de asesina mientras mi hijo me miraba aturdido
     - Llegaré tarde y será por tu culpa - Me reprochó él también -¿Pero que diablos te pasa?
     -¿Qué qué me pasa?- Repetí al borde de la histeria -Nada, no me pasa nada, estaba en el séptimo cielo y tú me has bajado de golpe.
     -¿Se puede saber que son esas voces?- Se interesó mi marido,  que en ese momento entraba del jardín arremangado de camisa. Por las manchas de la ropa imaginé que había estado reparando la vespa ¡Ay Jesús! ¿Por qué me fijaba en esas cosas?
      -¿Qué le has hecho a tu madre?-Preguntó -Desde luego mi marido dio por hecho qué la culpa no era mía y aquello me cabreó mucho más, le estaba regañando a mi hijo, y a mi hijo solo le podía regañar yo. Acentué mi llanto, que poco me conocía y que poco se parecía a Pedro
   Mientras tanto, mi pobre hijo  resoplaba con los ojos en blanco
     Es todo-loci- Farfulló  tierra despierta a la madre a traerme al centro deportivo, el jueves s, y todas ellas Jueves entrenamientos.
   Yo escondí la cara entre las manos y me dejé llevar, el desconsuelo me consumía,  lloraba por Pedro, lloraba por mi hijo, lloraba, porque estaba cerca de cumplir años y mi moral rodaba muy por debajo del suelo. La crisis de los cuarenta era la culpable ¿Por qué todo el mundo parecía estar en mi contra? Fuera lo que fuese, las circunstancias se habían aliado para romperme el alma.
     -Deja a tu madre dormir- sentenció mi marido -Yo te acercaré a ese dichoso partido.
   Los dos salieron y la casa quedó sumergida en el más absoluto de los silencios.
   Yo suspiré más calmada y me recosté de nuevo sobre le mullido cojín, vuelta a la derecha, vuelta a la izquierda, hasta llegué a poner los pies en alto sin suerte alguna,  nunca regresé al estanque y jamás recuperé las caricias de Pedro.
  Fdo . Lola Gutiérrez